Nunca tan cerca – D.M.V.


Nunca tan cerca – D.M.V.

Nunca tan cerca - D.M.V.
Crónica de un Vuelco
La tenue luz de la sala me invita a irme en pensamientos, reflexionar. Aprovechando el hecho de haber tomado uno de los últimos asientos de la clase, mi mente se siente más cómoda para meditar y aprovechar el tiempo frente a una charla algo aburrida. Observo los rostros de mis compañeros: cada uno de ellos se encuentra también pensando “¡Que embole!”. De pronto me pregunto: “¿Estaré perdiendo el tiempo viniendo a esta clase?”.
Perdiendo el tiempo. Que paradoja. Hace unos días me encontraba viajando para mi querido Valle manejando el Fiat Uno de mi hermano. Ahora es sólo una anécdota que me acostumbré a contar, pero ese momento no creo que lo pueda olvidar del todo nunca, o al menos no por algún largo tiempo. Estaba a punto de pasar a un Scania con acoplado cuando se me vino la imagen de un auto de frente, a más de 100 kms por hora, a segundos de impactar. “¡Se me viene, se me viene!”. Morder la banquina e intentar maniobrar nuevamente hacia asfalto y el momento en que al girar vimos la trompa del camión viniendo hacia nosotros… no creo que lo pueda borrar fácilmente. Sin mencionar el vuelco en sí, esa sensación extraña del cielo y la tierra que en un mismo instante se intercambian para volver a la normalidad en un 360. “¿Estoy vivo, no?”, pregunté a mi corazón que latía con tanta fuerza que parecía querer salir del automóvil. “Sí” me respondían mis ojos, “estamos vivos”.
Que odisea. Todavía lo recuerdo y ahora intento escribirlo y se me viene al cuerpo un escalofrío que me recorre por completo. Minutos después del accidente, el camionero mencionaba una frase que quedará como anécdota también: “Si no frenaba te comía, pibe”.
Aquel día un ángel de la guarda nos salvó, ahuyentando a la parca que tan cerca rondaba a la vera del camino. Hoy, aquí, con sólo unos rasguños, me replanteo muchas cosas. Ya se me ha pasado el hecho de maquinarme: ya he pensado en lo que podría haber pasado y en lo que hubiera sucedido si otras hubieran sido las decisiones; ya no me martirizo más. Fue una circunstancia que me puso la vida y hoy que puedo contarla, estoy tranquilo. Tengo tantas ganas de vivir y tantas cosas por sentir, que lo único que puedo hacer, hoy y ahora, es agradecer. No sé a quién o quiénes realmente, pero tengo la sensación de que a alguien le estoy debiendo algo. Algo tan hermoso como es la vida.
A veces cuando vuelve la anécdota, vuelve un poco el miedo, pensando en el final. Pero supongo que es normal. Nunca antes había estado tan cerca. Gracias.Por eso sé que hoy y aquí, viviendo simplemente, nunca se está perdiendo el tiempo.
D.M.V.

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